31 de octubre de 2011

Espacios (Imaginando rayuela)



—Sabes —le dice Horacio a la Maga, mientras la mira por el espejo—, aveces no entiendo un ápice de los que nos pasa... es como si algo intentara colarse por la rendija de los días, por el hueco que queda cuando nos detenemos a amarrarnos los zapatos y nos damos cuenta que todo se mueve, mientras se va quedando uno atrás, aislado, viéndolo todo en fuga: la señora que lleva al niño de la mano y lo obliga a caminar a su ritmo, mientras este, embelesado por el agua que corre en el borde de la acera se olvida de si mismo, un barquito de pelos y marañas también es un punto de fuga, pero no es eso, es lo otro, te despiertes, primero todo borroso y por un instante no sabes quien sos... y es tan tranquilo no reconocerse...

La Maga lo mira desde la ventana, al otro extremo, pero no lo mira a él, mira al otro Horacio que se dibuja en el espejo.

Deberías verte la cara —le dice la Maga alargando el brazo, buscando su reflejo, intentando tocarlo...


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